Um neurónio espelho
(português europeu) ou neurônio espelho (português brasileiro) (também
conhecido como célula-espelho) é um neurónio que dispara tanto quando um animal
realiza um determinado acto, como quando observa outro animal (normalmente da
mesma espécie) a fazer o mesmo acto. Desta forma, o neurónio imita o
comportamento de outro animal como se estivesse ele próprio a realizar essa
acção. Estes neurónios já foram observados de forma directa em primatas,
acreditando-se que também existam em humanos e alguns pássaros.
Nos humanos, pode ser
observada actividade cerebral consistente com a presença de neurónios espelho
no córtex pré-motor e no lobo parietal inferior. Alguns cientistas consideram
este tipo de células uma das descobertas mais importantes da neurociência da
última década, acreditando que estes possam ser de importância crucial na
imitação e aquisição da linguagem. No entanto, apesar de este ser um tema
popular, até à data nenhum modelo computacional ou neural plausível foi
proposto como forma de descrever como é que a actividade dos neurónios espelho
suportam actividades cognitivas como a imitação.
Referências
V.S. Ramachandran [1]
Mirror Neurons and imitation learning as the driving force behind "the
great leap forward" in human evolution, Edge Foundation, último acesso a
2006-11-16
(...)
http://pijamasurf.com/2011/07/las-neuronas-espejo-guardan-los-secretos-de-la-evolucion-humana/
Las neuronas espejo
guardan los secretos de la evolución humana
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Autor: Aleph de Pourtales
Publicación: 16/07/2011 3:09 am
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Las neuronas espejo
borran la frontera entre los individuos, erigiendo una especie de mente grupal
global, además de presentar una base científica para la telepatía; podrían
haber sido fundamentales en la formación de la conciencia —y en su siguiente
salto evolutivo.
«Existe un juramento
mágico muy conocido que dice ‘Prometo lidiar con todo fenómeno como si fuera un
trato particular entre Dios y mi alma’, basado en la creencia metafísica de que
el Universo es ‘un espejo mágico’ que constantemente refleja las condiciones
internas de nuestras almas».
-Aeolus Kephas
Las neuronas espejo
son células del cerebro que se activan cuando hacemos algo y también cuando
observamos a otra persona —o animal— hacer la misma acción. Según va la
historia, un grupo de neurocientíficos italianos descubrieron estas neuronas
con un macaco conectado a unos electrodos; midiendo neuronas individuales, los
científicos notaron que las mismas neuronas se encendían cuando el mono tomaba
un cacahuate como cuando uno de los asistentes tomaba un cacahuate. De ahí que
se les llame neuronas espejo, ya que reflejan lo que sucede en el exterior, en
otros individuos, como si les sucediera a ellas, al interior. Las implicaciones
de este simple mecanismo son inmensas. Las neuronas espejo muestran que no
existe una barrera definida entre los individuos, estamos mentalmente
interpenetrados (todos vivimos atravesados de espejos); y a su vez representan
un modelo de comunicación telepática y empática transpersonal que nos liga
dentro de una estructura de vasos comunicantes con todos los seres con los que
hemos interactuado en una red mimética y memética inextricable. Es decir, somos
reproductores (como máquinas Xerox holográficas humanas) de lo que hacen y
piensan todas las personas con las que hemos tenido contacto —donde cada
transmisión del espejo se convierte en el eco de una catedral de infinitas
campanas— y así se va construyendo el proceso de nuestro cerebro con el que
aprehendemos la realidad y la transformamos —en un loop de retroalimentación.
Para intentar
dilucidar lo que significan las neuronas espejo para el conocimiento humano y
las posibilidades que abren una vez que hacemos consciente que somos
fundamentalmente espejos –lo somos en la medida en la que nuestro cerebro es un
espejo que inevitablemente reproduce lo que ha visto— recurriremos al
neurocientífico V.S. Ramachandram, quien considera que las neuronas espejo
fueron claves en el desarrollo de las habilidades lingüísticas del ser humano y
por consiguiente en su evolución; y, por otra parte, a Aeolus Kephas,
especialmente por su ensayo didáctico “Escritores del Cielo en Hades”
(publicado en Pijama Surf), en donde argumenta que las neuronas espejo
constituyen una base científica de la telepatía y que éstas también son agentes
de la evolución humana hacia una siguiente etapa en la que dicha telepatía —que
sucede ya en estos momentos— se haría consciente, transparentando la noósfera
en la que convivimos y comunicando la totalidad de nuestros seres de manera
directa, sin interferencia: esencias múltiples de un único Logos.
V.S Ramachandram es
uno de los grandes expertos y promotores de las neuronas espejo, a las cuales
considera uno de los más grandes descubrimientos científicos de la historia.
Este neurocientífico de origen indio cree que las neuronas espejo están ligadas
al desarrollo del lenguaje en el ser humano y a su toma de conciencia:
«He especulado
también que estas neuronas no solo pueden ayudar a estimular el comportamiento
de otras personas sino que pueden ser reviradas hacia dentro para crear
representaciones de segundo orden o meta-representaciones de tus propios
procesos cerebrales anteriores. Esto podría ser la base de la introspección y
de la reciprocidad de la autoconciencia y de la conciencia de los otros. Esta
es evidentemente una pregunta de huevo o gallina sobre qué evolucionó antes,
pero el punto central es que las dos co-evolucionaron mutuamente, enriqueciendo
una a la otra para crear la representación madura del ser que caracteriza a los
humanos modernos».
En esta plática de
TED, corta pero cargada de fascinante información, Ramachandram explica cómo
funcionan las neuronas espejo.
«He aquí una neurona
que se dispara cuando alcanzo algo y lo tomo, pero también se dispara cuando
veo a Joe alcanzar algo y tomarlo. Esto es extraordinario porque es como si
esta neurona estuviera adoptando la perspectiva del otro, es como si estuviera
realizando una simulación de realidad virtual de la acción de otra persona».
Lo cual significa que
para el cerebro no hay gran diferencia entre lo que sucede en lo que llamamos
realidad y lo que sucede en simulación. En otras palabras, no hay estricta
diferencia entre lo que vemos y lo que hacemos, pero tampoco entre lo que
pensamos y hacemos o entre lo que hacemos y soñamos (como ha demostrado el
psicólogo Stephen Laberge analizando los sueños lúcidos, en particular aquellos
en los que un orgasmo onírico produce las mismas reacciones fisiológicas que un
orgasmo despierto). Solo podríamos distinguir en el grado de intensidad con el
que se reproduce un fenómeno en nuestro cerebro, sin que haya una necesaria
hegemonía del acto “real”, físico, sobre el acto mental, imaginario —únicamente
nuestra riqueza sensorial e imaginativa como límites.
«El porno no nos hace
pensar en el sexo. En cambio, el porno nos hace pensar que estamos teniendo
sexo. Desde la perspectiva del cerebro, el acto de excitación no es precedido
por una idea separada, la cual absorbemos a través de la televisión o de una
pantalla de computadora. El acto en sí mismo es la idea». En otras palabras,
«el porno funciona convenciéndonos de que no estamos viendo porno. Pensamos que
estamos dentro de la pantalla, haciendo la cópula» (“Porn and Mirror
Neurons”, Jonah Lehrer).
Podría parecer
exagerado decir que ver porno es como tener sexo, que existe una
transpersonalización y que «estamos dentro de la pantalla» copulando (podrá
argumentar el lector: ver porno no se siente igual que tener sexo). Pero esto
es solo una distinción de grado o intensidad determinado por el hábito, lo
relevante es que ver porno [1] puede activar exactamente las mismas neuronas
que tener sexo y que la frontera de la pantalla se borra (la pantalla de una
computadora o de una persona: su cerebro). Es decir, el espejo está abierto y
lo cruzamos; la solidez y la separación de la realidad es la de un teatro
virtual de paredes etéreas.
Pero volvamos a
Ramachandram:
«Por una parte las
neuronas espejo deben de estar involucradas en cosas como la imitación y la
emulación, ya que imitar un acto complejo requiere que mi cerebro adopte el
punto de vista de otra persona. Pero, ¿por qué es importante esto? Si regresas en el tiempo a un punto hace 75
mil años —veamos la evolución humana— algo muy importante sucedió en esa época
y eso es el súbito surgimiento y la veloz expansión de una buena cantidad de
habilidades únicas del ser humano: el uso del fuego, herramientas, albergues,
por supuesto el lenguaje y la habilidad de leer la mente de otra persona e
interperatr su comportamiento. Todo esto pasó relativamente rápido aunque el cerebro
humano había llegado a su tamaño actual hace 300 o 400 mil años. Lo que sugiero
que sucedió fue la emergencia de un sistema sofisticado de neuronas espejo que
permitió imitar y emular el comportamiento de otras personas, de tal manera que
cuando ocurría un descubrimiento por algún miembro de la tribu, como el fuego o
el uso de herramientas, en vez de acabarse ahí se transmitía de forma horizontal a gran
velocidad entre la población o verticalmente entre las generaciones. Esto hizo
a la evolución lamarckiana en vez de darwiniana. Esta es la base de la mutación
y las habildades complejas que llamamos cultura».
Ramachandram describe
aquí el mecanismo por medio del cual el ser humano puede dar saltos evolutivos
y favorecer mutaciones aceleradas. El biólogo Rupert Sheldrake entiende este
mismo proceso de imitación como la resonancia de un organismo con los campos de
información de una especie, en la que se transmiten no solo conductas
observadas, sino también conductas no-observadas. Sheldrake considera que la
naturaleza tiene una memoria incórporea o difundida no-localmente, la cual hace
posible que un miembro de una especie pueda aprender una conducta o asimilar
aquello que hizo que esa conducta fuera aprendida, con solo sintonizar la
información generada en el campo morfogenético de la especie a partir de ese
aprendizaje. Quizás lo que podría estar ocurriendo es una comunicación entre
las neuronas espejo de toda una especie o de un grupo de individuos vinculados
por algún tipo de comunicación instántanea, probablemente un sistema sutil de
entrelazamiento cuántico en el que a nivel molecular, si un individuo toma un
cacahuate, todos los miembros de ese conjunto toman un cacahuate, no obstante
que no hayan presenciado el acto de tomar un cacahuate. El acto genera una
memoria, aunque en estado inactivo, en la mente grupal.
Tal vez por esto en
la historia de la humanidad se han dado descubrimientos paralelos sin aparente
contacto directo, como la invención del cálculo por Newton y Leibniz, o la
formulación de la ecuación de onda en la cual se basa la mecánica cuántica por
Heisenberg y Schrödinger, prácticamente al mismo tiempo por métodos distintos.
¿Podrían estar conectados a un sistema telepático global sin saberlo?
«Si me inyecto
anestesia en el brazo para que no tenga ninguna sensación y luego te veo a ti
siendo tocado, literalmente lo siento en mi brazo. En otras palabras, hemos
disuelto la barerra entre tú y otro ser humano. Por eso les llamo neuronas
Gandhi o neuronas empatía. Y esto no en un sentido abstracto metafórico: todo
lo que te separa de otra persona es tu piel, remueve la piel y experimentarás
el tacto de esa persona en tu mente. Has disuelto la barrera entre tú y otras
personas. Esto es por supuesto la base de la filosofía oriental. Y es que no
hay un ser independiente, desconectado de las demás personas, inspeccionando el
universo e inspeccionando a los demás. En realidad estás conectado y no por
Facebook o por Internet, sino literalmente por tus neuronas, en esta habitación
hay una serie de neuronas hablando entre sí y no hay verdadera distinción entre
tu conciencia y la conciencia de alguien más».
Ramachandram hace
referencia al caso de los miembros fantasmas —miembros amputados que siguen
exhibiendo sensación física en el cerebro— y revela la posibilidad de la
sanación a distancia. Sin decirlo menciona la labor del chamán que sana a
través de la representación, de la teatralidad cósmica:
«Tienes un paciente
con un brazo fantasma que tiene dolor en ese brazo. Lo increíble es que haces
masaje al brazo de otra persona y eso alivia el dolor en su brazo fantasma,
como si la neurona obtuviera alivio por solo ver a alguien más ser masajeado».
Llegamos al terreno
de la empatía como arma de evolución colectiva. En el gran teatro de la
realidad solo es necesario ver cómo alguien hace algo para poder hacer ese
algo, para poder experimentarlo, sentirlo y, en el caso de los grandes
arquetipos de la psique humana, vivir una catarsis, un acto de alquimia
psicológica y sanación (por esto es tan popular el cine o el mismo teatro).
Pero ese simulacro puede dirigirse, puede exponenciarse: en teoría podríamos
reproducir un acto de sanación individual hasta el punto de que se convierta en
la sanación colectiva de todo el planeta. Un acto mágico y a la vez un acto de ciencia… de con-ciencia.
Aeolus Kephas nos
dice que «las neuronas espejo nos presentan una base científica sólida para la
telepatía y la existencia de la telepatía cambia todo. El giro es que las
nueronas espejo no indican que la telepatía es algo que puede suceder, es algo
está sucediendo todo el tiempo». Pero entonces la clave, creemos, es hacer
consciente esa telepatía que sucede todo el tiempo entre nosotros a través de
las neuronas espejo que comparten permanentemente estados cerebrales, porque
somos espejos contra espejos.
Hacer consciente la
telepatía, la distribución de archivos cerebrales que está ocurriendo en este
instante, para decodificar el mensaje y descubrir el secreto de la empatía:
«Después de todo lo que en realidad queremos comunicar, con cada mensaje, es
quiénes somos y ‘en’ dónde estamos. Y esto es precisamente lo que comunicamos,
sin siquiera intentarlo y en contra de nuestra voluntad» (Aeolus Kephas)
—para entablar la verdadera
comunicación, más allá de la piel, más allá de los giros del lenguaje y de los
malentendidos, la comunicación total, hiperpermeable, de seres desnudos que
significan al universo.
«Tener verdadera
empatía por otra persona significa sintonizar no solo a esa persona sino a
todas las personas que hemos visto en un estado similar o circunstancia en el
pasado» (Aeolus Kephas) y quizás no solo acceder a nuestra memoria sino a la
memoria de toda la humanidad y todo el universo, sentir en un instante todos
los instantes, en una persona a todas las personas, el sentimiento océanico que
buscan todas las tradiciones místicas: la unidad a través de la otredad, del
rayo del espejo.
V.S. Ramachandram
sugiere que la conciencia humana nació a
la par de la activación de un sistema de neuronas espejo (también el lenguaje).
Esto supone que el nacimiento de la conciencia, el gran acto autorreflexivo, es
en esencia un acto colectivo, co-creativo. El destello del primer hombre que
toma conciencia no ocurre en su propio cerebro sino en el cerebro del otro que
lo refleja, que escucha lo que dice, y en su escuchar la conciencia se
significa conciencia: se ve a sí misma. De aquí podemos extrapolar que nuestra
conciencia se sostiene en la conciencia de los demás y que desde su origen la
humanidad ha compartido una mente grupal —y no solo de forma metáforica (la
filosofía oriental sugiere que no hay pensador –yo– detrás de los pensamientos,
sólo una red de conciencia que fluye por el universo, que es el universo).
Hacer consciente esta
mente grupal, este sistema global de telepatía, es el siguiente paso en la
evolución humana. La clave, como sugiere Aeolus Kephas, es simplemente escuchar
a los demás. Abrir el canal de la empatía, justamente aquello que nos hace
humanos (recordemos que en la novela de Phillip K. Dick ¿Sueñan los androides
con ovejas eléctricas? es la empatía lo que distingue a los humanos de los
androides, aunque en esa distopía los humanos declinen hacia su extinción
incapaces de afirmar su empatía).
Tal vez sea nuestra
capacidad empática, nuestra capacidad de escuchar lo que nos están diciendo en
silencio las personas a nuestro alrededor, lo que nos lleve a escuchar qué nos
dice el universo —y lo que nos estamos diciendo nosotros mismos (nuestro código
mandala). La empatía: lo que nos sintoniza con la transmisión original que se
emitió holográficamente sobre el vacío —y se sigue emitiendo sin final.
Twitter del autor:
Aleph de Pourtales/@alepholo
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