http://planetcioran.blogspot.com.br/2007/03/el-concepto-de-la-historia-en-em-cioran.html
Nos
han vendido la baratija de que toda noción de sentido, teleología,
ineluctabilidad movimiental, de explicabilidad en suma; està
intrínsecamente ligada a la noción de Historia. En todo caso, lo cierto
es que, desde nos relacionamos con cualquier Filosofía de la Historia
todas nos dicen, hasta el cansancio, que la Historia tiene un futuro,
que marcha al ralentí o aceleradamente hacia un objetivo.
“Terrible
o liberador, lo cierto es que la Historia tiene un futuro: será la
bomba purgativa?, la redención de las clases oprimidas?, la llegada de
seres de otro planeta?, la conquista de lejanos soles?...”(17)
El
sentido de agridulces teleologías es mirìadico y susceptible de nuestra
consideración segùn estén nuestros estados de ánimo. Veamos un ejemplo
màs ilustrativo:
“El militante revolucionario que pasa de la
cárcel del antiguo régimen a dirigir la policía del nuevo, considera su
caso vivo exponente de que el triunfo de la libertad y la justicia es
inevitable.”(18)
O sea, que cualquier tropiezo nimio que tengamos
en nuestra azarosa vida cotidiana es motivo suficiente para
proporcionarle magnitud planetaria al devenir de la humanidad y a su
correspondiente correlato de sentido. Las ciencias históricas se
alimentan precisamente de esa cadena de acontecimientos, -grandiosos o
insignificantes- que presuntamente le dan “sentido” a la Historia. Al
respecto convendría citar una desafiante frase antihistoricista de
Cioran:
“Hay màs honestidad y rigor en las ciencias ocultas que en las filosofías que dan un “sentido” a la Historia.” (19)
Por
doquier emergen teorías científicas basadas en rigurosas proyecciones
estadísticas y vaca-sagradas explicaciones económicas que pretenden
erigir cosmovisiones ontolumìnicas o apocalípticas en función de
insertar la tragicidad y el azar individual que caracteriza la deriva
planetaria en axiomáticas e inexorables “leyes históricas” que
supuestamente habràn de cumplirse por efecto de una nunca bien
comprobada inevitabilidad.
Por otra parte, tal como anotábamos en
otro capítulo, Cioran reconoce que la materia prima de que està hecha
la Historia es indudablemente, el tiempo y los actos o el movimiento.
Respecto del primero, nos dice el escritor:
“Tras
haber echado a perder la eternidad verdadera, el hombre ha caído en el
tiempo, ha logrado, si no prosperar, por lo menos vivir; lo cierto es
que se ha acostumbrado. El proceso de esta caída y de ese acomodo
reciben el nombre de Historia.”(20)
Como sostiene Fernando Savater, en su polémica tesis doctoral:
“El
problema fundamental que la Historia presenta es el de nuestra
ubicación en el tiempo; las teorías de la Historia sòlo tratan de
resolver ese punto concreto y su corolario inmediato: què hacer?.”(21)
El
tiempo, en consecuencia, està ligado umbilicalmente a la comisión de
actos, sean estos capitales o vulgares. Asì, conectando estas
especulaciones con las divagaciones del Génesis, tenemos que
“el primer acto que Adán comete es, justamente el pecado que le expulsa de su gratuita bienaventuranza.”(22)
Porque, una vez que el hombre sufre la evicción del Paraíso
“...se
dedicó a llenarlo, a construir en èl torres de Babel; una serie de
movimientos y acciones que constituyen, a la vez, su salvación
provisional y su perdición definitiva”.(23)
De tal modo, el
hombre renuncia a la muchas veces milenaria sabia lección de vivir en
íntima comunión con la naturaleza y se entrega, con demònico ardor, a la
satisfacción del apetito de poder que recibe el nombre de Historia.
Porque, què es si no una dislocación cuando alguien dice: “Prefiero tal
régimen político, tal sistema a tal otro”. Serìa màs honesto decir:
...”Prefiero
tal policía a tal otra. Pues la Historia, en efecto, se reduce a una
clasificación de policías; porque de què trata el historiador si no de
la concepción del gendarme que se ha hecho el hombre a través de los
tiempos?”(24)
En el espíritu de la anterior afirmación se observa
una aire ácrata, disidente y hasta escéptico con respecto a esa
“carnicería en marcha del espíritu” llamada Historia. Pues, todos los
regímenes nos perdona robar, asesinar, violar, cometer las màs
espeluznantes fechorías, en fin; se es indulgente con nosotros, siempre
que nos apeguemos al fruto del acto. Se nos permite –en palabras de
Cioran- caer en el tiempo, pero se nos prohíbe caer del tiempo. O sea,
salirnos de la Historia. Sin embargo
“Inminente o no, esta caída
es posible, mejor dicho, inevitable. Cuando le toque al hombre, èste
dejará de ser un animal histórico.”(25)
Al comienzo de este
capítulo dijimos que la Academia nos habìa vendido la baratija de que la
Historia tiene un sentido (o varios) Veamos què nos dice Cioran al
respecto:
“Un genio maléfico preside los destinos de la Historia;
es evidente que ésta no tiene objetivo, pero se halla marcada por una
fatalidad que la suple y que le confiere al devenir una apariencia de
necesidad. Esta fatalidad, y sòlo ella, es lo que permite hablar sin
ridículo de una lógica de la Historia”.(26)
Iracundos ataques
como èste son los anatemas que profiere Cioran contra la Filosofía de la
Historia y, sobre todo, contra las concepciones escatológicas,
“reaccionarias” o “revolucionarias” indistintamente. Es que para este
propagandista de la abulia universal, la Historia no es otra cosa que
una “cadena de acontecimientos interminables con sus idolatrías
inherentes” (27). Y con relación a la conexión dual Hombre-Historia,
dice del primero:
“Es su autor y su objeto, el agente y la
vìctima. Hasta hoy ha creído dominarla, ahora sabe que se le va de las
manos, que se desarrolla en lo insoluble y en lo intolerable.”(28)
La Historia es para Cioran ...”una epopeya demente cuyo desenlace no implica idea alguna de finalidad”(29)
Confieso no conocer una definición mejor de Historia. Pues, còmo asignarle un objetivo sensato y convincente a la misma?
Y con respecto al sentido histórico, que tanto preocupa a los historiadores, nos dice:
“Que
la Historia no tenga sentido alguno, es algo que debería alegrarnos y,
en todo caso, si se desea a toda costa que la Historia tenga un sentido,
èste debe buscarse únicamente en la maldición que pesa sobre ella.”
(30)
Obviamente, esa maldición de la cual nos habla Cioran es,
sin duda, la idea de finalidad, es decir; el sentido teleológico que
TODAS las filosofías de la Historia le atribuyen a la aventura humana.
Segùn
la prodigiosa y lúcida mente balkànica de Mircea Elìade, rumano como
Cioran, nos dice en su libro MITO Y REALIDAD: “Todos los movimientos
milenaristas y escatológicos dan prueba de optimismo”. Reacciona frente
al temor de la Historia con una fuerza que sòlo puede suscitar la
extrema desesperación. ¿Y quién pone en duda que TODAS las filosofías de
la Historia estàn impregnadas de un optimismo demencial? Allì estàn las
ficciones mayúsculas del Progreso, el Desarrollo, la idea de Justicia,
de Igualdad, que testimonian la tiranìa de la racionalidad logocèntrica
que alimenta mitologías tecno-científicas que asfixian el pathos del
homo luditas.
Retomando la relación Hombre-Historia, considero
–aquì el yo es una toma de responsabilidad del discurso- que es
pertinente hablar de una dialéctica de las dos “H”. Esta dialéctica es
ilustrativa del carácter insoluble y epocal de la Historia y de su
hacedor. Ya hemos dicho, en líneas anteriores, que la Historia no
comporta idea alguna de finalidad. No obstante, el Hombre, -animal
metafísico por excelencia- està prometèicamente involucrado en la
ingenua empresa de un re-encuentro inexistente consigo mismo.
Frente
a la avidez, mejor dicho, ante la obsesión de racionalizar lo
por-venir, quebrando e incinerando todas las creencias, ha terminado por
apartarse de una improbable rejuvenilizaciòn antropológica. Y, sin
embargo, aùn asì, sìguense proponiendo fines al devenir de la humanidad;
y ello porque, hasta ahora el virus del optimismo preside los signos
del procursus històrico.
La sociedad està infectada de proclamas
redentoras y TODAS maximizan la eficacia de la Historia como escenario
para la salvación del Hombre. Sin embargo, Cioran nos alerta:
“La
Historia es indefendible, reaccionemos contra ella con la inflexible
abulia del Cínico; o si no, pensemos como todo el mundo, caminemos con
la turba de los rebeldes y de los creyentes.” (31)
En
fin de cuentas, la inexorabilidad; esa deserción hacia delante es
irrevocable, y tanto los que la elogian como los que la execran
permanecen dentro de ella. Pues, la Historia es la risotada burlesca del
espíritu en marcha hacia la atopìa.
El extranjero elogia el
estancamiento, la virtudes de la abulia, las ventajas éticas de la
decadencia. ¡Rechazar toda innovación!. Tal parece ser la divisa de este
desilusionado, desertor de todas las causas, de todos los ejércitos.
Sí, le produce vértigo la sed insaciable de titanismo de ese bípedo
extraviado llamado Hombre. Le da asco los efluvios y efectos
encandilantes que desprenden las luces del “progreso”.
La llegada
del Hombre al umbral de la técnica fue la ocasión, -la ùltima quizás-
de detener su huída loca hacia delante. “Pero tomó el camino contrario,
sucumbió al encanto y a los atractivos del Progreso.”(32)
Y si
hoy podemos respirar y soportar el cretinismo de esta època es gracias
al eclipse del mito del “Progreso”. Es màs, deberíamos festejar y
celebrar con alborozo inaudito el saber que la megalomanía de ese
monstruo superdotado, germen funesto de la naturaleza que, por fin,
logró lo que desde siempre necesitó: la bomba atómica; pues ésta ùltima
...”es el resultado no de la ciencia si no del destino del Hombre, es la
coronación del Hombre.”(33)
Obviamente, la idea de una
catástrofe ùnica, definitiva, es prerrogativa de la vulgaridad del
cristianismo, de la chata y vulgar idea de la rectilinealidad de la
Historia. Mientras que los habitantes de la Antigüedad, especialmente de
la griega, tenían la ventaje, sobre cualquier otra visión de imaginar
grandiosos y fulgurantes aniquilamientos periódicos gracias a su “visión
circular del tiempo”, a la concepción del “eterno retorno”. En otros
términos
“El politeísmo corresponde mejor a la diversidad de
nuestras tendencias y de nuestros impulsos, a los que ofrece la
posibilidad de ejercerse, de manifestarse, cada una de ellas libre de
tender, segùn su naturaleza, hacia el dios que le conviene en ese
momento.”(34) En tanto que el cristianismo, o màs generalmente el
monoteísmo “comprime nuestra sensibilidad: nos ahonda estrujándonos;
sistema de represiones que nos confiere una dimensión interior en
detrimento de la expansión de nuestras fuerzas, constituye una barrera,
detiene nuestro desarrollo, nos estropea.”(35)
“Hesìodo fuè el
primero en elaborar una filosofía de la Historia. Tambièn fue èl quien
lanzó la idea de la decadencia. ¡Cuánta luz proyectó sobre el porvenir
històrico!. Consideró que la humanidad se encontraba en la edad de
hierro, què habría dicho algunos siglos màs tarde?, què diría hoy?
Salvo
en épocas obnubiladas por la frivolidad o la utopía, el Hombre siempre
pensó que se encontraba al borde de lo peor. Sabiendo lo que sabía,
merced a què milagro pudo variar, cesar en sus deseos y sus terrores?”
E.M.CIORAN.
CONTRA LA HISTORIA
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