domingo, 7 de julho de 2013

Venir, Inventar, Encontrar, Encontrarse

 




Traducción de Mariel Rodés de Clérico y Wellington Neira Blanco en AA. VV., Diseminario. La descontrucción, otro descubrimiento de América, XYZ Editores, Montevideo, 1987, pp. 49-106. Edición digital de Derrida en castellano.
Extraña proposición. Acabamos de decir que toda invención tiende a desarreglar el estatuto y quisiéramos asignarle el momento en el cual ella tiene lugar. Decimos ahora que se trata para la desconstrucción, de acusar el estatuto tradicional de la invención misma. Qué hay que decir?.
¿Qué es una "invención"?. ¿Qué hace?. Viene a encontrar por primera vez. Todo el equívoco se vuelca sobre la palabra "encontrar". Encontrar es inventar cuando la experiencia de encontrar tiene lugar por primera vez. Evento sin precedente cuya novedad puede ser o bien de la cosa encontrada (inventada), (por ejemplo, un dispositivo técnico que no existía antes: la imprenta, una vacuna, una forma musical, una institución -buena o mala-, etc.); o bien el acto y no el objeto, el objeto de "encontrar" o de "descubrir" (por ejemplo un sentido ahora envejecido, la Invención de la Cruz[vi]) o la Invención del Cuerpo de San Marcos del Tintoreto.) Pero en los dos casos, según los dos puntos de vista (objeto o acto), la invención no crea una existencia o un mundo como conjunto de los existentes. No tiene el sentido teológico de una creación de la existencia como tal ex-nihilo. Descubre por primera vez, devela lo que ya se encontraba allí, o produce lo que, en tanto que tekhné, no se encontraba ciertamente ahí y no es por lo tanto creada, en el sentido fuerte de la palabra, solamente agenciada a partir de una reserva de elementos existentes y disponibles, dentro de una configuración dada. Esta configuración, esta totalidad ordenada que hace posible una invención y su legitimación, plantea todos los problemas que ustedes saben y que se denominan totalidad cultural, Weltanschauung, época, episteme, paradigma, etc. Sea cual sea la importancia de estos problemas, y su dificultad, reclaman todos una elucidación de lo que inventar quiere decir o lo que implica. En todo caso la Fábula de Ponge no crea nada, en el sentido teológico del término (por lo menos en apariencia), no inventa más que recurriendo a un léxico y a reglas sintácticas, a un código en vigencia a convenciones a las cuates se somete de una cierta manera. Pero da lugar a un evento, cuenta una historia ficticia y produce una máquina introduciendo una desviación en el uso habitual del discurso, despistando en cierta medida el hábito de espera y recepción del cual tiene, sin embargo, necesidad; la fábula forma un comienzo y habla de este comienzo, y en este doble gesto indivisible, inaugura. Es ahí que residen esta singularidad y esta novedad sin las cuales no habría invención.
En todos los casos y a través de todos los desplazamientos semánticos de la palabra "invención", esta permanece en venir, el evento de una novedad que debe sorprender puesto que en el momento en el que sobreviene, un estatuto no podía ser detenido para esperarla y reducirla al mismo.
Pero esta aparición de lo nuevo debe ser debido a una operación del sujeto humano. La invención vuelve siempre al hombre como sujeto[vii]. He aquí una determinación de gran estabilidad, una casi-invariante semántica que deberemos tener en cuenta rigurosamente.
Cualquiera sea la historia o la polisemia del concepto de invención en tanto que se inscriba en la dependencia[viii] de la latinidad, incluso si no está en la propia lengua latina, nunca, me parece, se ha autorizado a hablar de invención sin implicar allí la iniciativa técnica de lo que se llama el hombre.[ix] El hombre él mismo, y el mundo humano, se define por la actitud de inventar, en el doble sentido de la ficción narrativa o de la fábula historiante y de la innovación técnica o tecno-epistémica (incluso yo digo tekhné y fábula, digo aquí el lazo entre historia y episteme). Nunca se ha autorizado (de ahí el estatuto y la convención) a decir de Dios que inventa, incluso si su creación -se ha pensado- funda y garantiza la invención de los hombres; nunca se ha autorizado a decir del animal que inventa, incluso si su producción y su manipulación de instrumentos se parece, a veces se dice, a la invención de los hombres. Por el contrario los hombres pueden inventar dioses, animales, y sobre todo animales divinos.
Esta dimensión tecno-epistemo-antropocéntrica inscribe el valor de invención (entiéndase en su uso dominante y regulado por convenciones) en el conjunto de las estructuras que ligan, de una manera diferenciada, técnica y humanismo metafísico. Si es necesario hoy reinventar la invención, será a través de las preguntas y de las performances descontructivas que nos llevan a este valor tradicional o dominante de la invención, que también nos lleva a su estatuto mismo y a su historia enigmática que liga, en un sistema de convenciones, una metafísica a la tecno-ciencia y al humanismo.
Alejémonos un poco de estas proposiciones generales, volvamos a la cuestión del estatuto. Si una invención parece sorprender o perturbar, las condiciones estatutarias, es muy necesario que ella implique o produzca otras condiciones estatutarias, no solamente para ser reconocida, identificada, legitimada, institucionalizada como tal (certificada, se podría decir) sino incluso para producirse, digamos para sobrevenir. Y ahí se sitúa el enorme debate que no es solamente el de los historiadores de las ciencias o de las ideas en general, alrededor de las condiciones de emergencia y de legitimación de las invenciones. ¿Cómo recortar y cómo nombrar estos conjuntos contextuales que vuelven posible y aceptable tal invención -desde el momento en que esta a su vez debe modificar la estructura de este contexto mismo?.


Jacques Derrida

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