domingo, 14 de julho de 2013

''Un futuro abierto en la letra, en el fuego del verbo mismo''

 

El decir que proyecta es poema: el relato del mundo y la tierra, el relato del espacio de juego de su combate y, por tanto, del lugar de toda la proximidad y lejanía de los dioses. El poema es el relato del desocultamiento de lo ente. Todo lenguaje es el acontecimiento de este decir en el que a un pueblo se le abre histórica-mente su mundo y la tierra queda preservada como esa que se queda cerrada. El decir que proyecta es aquel que al preparar lo que se puede decir trae al mismo tiempo al mundo lo indecible en cuanto tal.
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Forma parte de la esencia del poeta que en semejante era es verdaderamente poeta
el que, a partir de la penuria de los tiempos, la poesía y el oficio y vocación
del poeta se conviertan en cuestiones poéticas. Es por eso por lo que los
«poetas en tiempos de penuria» deben decir expresa y poéticamente la esencia de
la poesía. Donde ocurre esto se puede presumir una poesía que se acomoda al
destino de la era. Nosotros, los demás, debemos aprender a escuchar el decir de
estos poetas, suponiendo que no nos engañemos al pasar de largo por delante de
ese tiempo que –cobijándolo- oculta al ser, desde el momento en que calculamos
el tiempo únicamente a partir de lo ente, desde el momento en que lo
desmembramos.
Cuanto más se acerca la noche del mundo a la medianoche, tanto más
exclusivamente reina la penuria, de tal manera que escapa a su propia esencia.
No sólo lo sagrado se pierde en calidad de rastro que lleva a la divinidad, sino
que hasta las huellas que conducen a ese rastro perdido están casi borradas.
Cuanto más se borran las huellas, tanto menos capaz puede ser un mortal aislado,
que alcanza el abismo, de prestar atención a una señal y una indicación.
Entonces, aún es más serio eso de que cada uno llega lo más lejos posible
mientras vaya hasta donde puede por el camino que le ha sido asignado. La
tercera estrofa de la misma elegía que pregunta «¿y para qué poetas en tiempos
de penuria?» evoca la ley bajo la que se encuentran sus poetas:
Una cosa es segura; ya sea al mediodía o llegue
la medianoche, siempre queda una medida,
común a todos, pero también hay algo propio reservado a cada uno,
allí va y llega cada uno, a donde puede.
Hölderlin
 
En su carta a Böhlendorff del 2 de diciembre de 1802, Hölderlin escribe así: «y
la luz filosófica en torno a mi ventana es ahora mi alegría; ¡ojalá pueda seguir
siempre como hasta ahora!».


El decir más decidor de los más arriesgados, es el canto. Pero...
Canto es existencia,
dice el tercer soneto de la primera parte de los Sonetos a Orfeo, La palabra
existencia ha sido utilizada aquí en el sentido tradicional de presencia, como
sinónima de ser. Cantar, decir expresamente la existencia mundanal, decir a
partir de lo salvo de la percepción pura y completa, y decir sólo eso,
significa: pertenecer al ámbito de lo ente mismo. Este ámbito es, como esencia
del lenguaje, el propio ser. Cantar el canto significa estar presente en lo
presente mismo, es decir, existencia.


Pero el decir más decidor también acontece sólo a veces, porque sólo los más
arriesgados son capaces de él. En efecto, no deja de ser difícil. La dificultad
reside en consumar la existencia. La dificultad no sólo reside en lo penoso que
resulta construir la obra del lenguaje, sino en pasar de esa obra que dice,
propia de una visión que todavía apetece las cosas, esto es, de una obra de la
vista, a una «OBRA DE CORAZÓN».
El canto es difícil en la medida en que cantar
ya no debe ser un modo de solicitar algo, sino existencia. Para el dios Orfeo,
que mora in-finitamente en lo abierto es algo fácil, pero no para el hombre. Por
eso, la segunda estrofa del soneto pregunta así:
Entonces, ¿cuándo somos nosotros?
El acento recae sobre el «somos» y no sobre el «nosotros». Que pertenecemos a lo
ente y desde ese punto de vista estamos presentes, es algo fuera de toda duda.
Pero sigue siendo dudoso cuándo somos de tal modo que nuestro ser sea canto, un
canto que al cantar no resuena en cualquier sitio, sino que es de veras un
cantar cuyo sonido no se aferra a algo que finalmente ha acabado por alcanzarse,
sino por el contrario ya se ha descompuesto en el sonido a fin de que sólo se
haga presente lo cantado mismo. Así pues, los hombres dicen más cuando se
arriesgan más de lo que se arriesga el propio ente. Esos más arriesgados son,
según el poema, «un soplo más» arriesgados... El citado poema se cierra así:
En verdad, cantar es otro soplo.
Post scriptum


Por ser dicha extracción, toda creación es una forma de sacar fuera (como sacar agua de la fuente). Claro que el subjetivismo moderno malinterpreta de inmediato lo creador en el sentido del genial resultado logrado por el sujeto soberano. La fundación de la verdad no sólo es fundación en el sentido de la libre donación, sino también en el sentido de ese fundar que pone el fundamento. El proyecto poético viene de la nada desde la perspectiva de que nunca toma su don de entre lo corriente y conocido hasta ahora.
Post scriptum
Por el contrario, el inicio siempre contiene la plenitud no abierta de lo inseguro, esto es, del combate con lo seguro. El arte como poema es fundación en el tercer sentido de provocación de la lucha de la verdad, esto es, es fundación como inicio. Siempre que, como ente mismo, lo ente en su totalidad exige la fundamentación en la apertura, el arte alcanza su esencia histórica en tanto que fundación. Esta ocurrió por vez primera en Occidente, en el mundo griego. Lo que a partir de entonces pasó a llamarse ser, fue puesto en obra de manera normativa. Lo ente así abierto en su totalidad se convirtió a continuación en lo ente en sentido de lo creado por Dios. Esto ocurrió en la Edad Media. Lo ente se transformó nuevamente al principio y en el transcurso de la Edad Moderna. Lo ente se convirtió en un objeto dominable por medio del cálculo y examinable hasta en lo más recóndito. En cada ocasión se abrió un mundo nuevo con una nueva esencia. Cada vez, la apertura de lo ente hubo de ser instaurada en lo ente mismo por medio de la fijación de la verdad en la figuración poética. Cada vez aconteció un desocultamiento de lo ente. El desocultamiento se pone a la obra y el arte consuma esta imposición.

(...)
 
MARTIN HEIDEGGER

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