Si
este llamado del más extremo hacer señales, el secretisimo
acontecimiento-apropiador, sucede aún una vez abiertamente, o si la necesidad
enmudece y falta todo dominio, y si, cuando el llamado tiene lugar, es entonces
percibido, si el salto en el ser-ahí y con ello, a partir de su verdad, la
vuelta se hace aún historia, en esto se decide el futuro del hombre. El puede
espoliar y devastar los planetas con sus maquinaciones aún por siglos, lo
gigantesco de este impulso puede "desarrollarse" hacia lo inimaginable y asumir
la forma de una aparente rigurosidad, de disciplinar el desierto como tal; la
grandeza del ser, mientras tanto, permanece ocluida, puesto que no tiene ya
lugar decisión alguna acerca de la verdad y no verdad y sobre su esencia. Tan
sólo se calcula el saldo del éxito y el fracaso de las maquinaciones. Este
calcular se extiende hacia una presunta "eternidad", que no es ninguna eternidad
sino sólo el etcétera infinito de la fugacidad completamente
devastada.
Si
no es querida la verdad del ser, si no es movido el preguntar a la voluntad de
saber y experimentar, se sustrae todo espacio-tiempo al instante, al
relampaguear del ser que proviene de la permanecia del acontecimiento-
apropiador, simple y jamás calculable
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